Anoche soñé con una caseta de Feria en la que la decoración de su fachada y su interior no importaban, pues su gente era el principal motivo de exorno. En la que tras la barra los nervios de la bulla se convertían en estusiasmo y éste se contagiaba a los clientes. En la que los clientes eran vistos como amigos y no como víctimas de una puya. En la que la música tenía ese punto ideal que invita al baile y a la conversación a la vez. Anoche soñé con una caseta llena de gente, a rebosar, en la que no existían las prisas porque en la Feria no existe el tiempo ni el reloj y los codazos y empujones dejaban sitio a los abrazos.
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